sábado, 10 de octubre de 2015

Unos más que otros


J.A.Xesteira
Hay dos cosas que constantemente atraen nuestra atención a poco que nos asomemos al periódico del bar donde tomamos las cañas o el cortado con leche fría y sacarina: el fútbol y la democracia. Son dos conceptos más parecidos de lo que podamos creer (aunque eso sería más propio de un estudio a fondo o de una tesis doctoral) y tienen en común  que siempre están delante de nuestras narices, para recordarnos que somos seres electorales, a los que hay que dar de comer noticias sobre los diferentes campeonatos y elecciones mundiales, ruedas de prensa de líderes políticos y entrenadores, escándalos financieros para el descrédito de enemigos y alabanza de propios, amistades y enemistades dentro de los equipos (ambos, políticos y futbolísticos), estado de salud (física, la mental no es materia necesaria) clasificaciones y encuestas, declaraciones sobre el futuro inmediato y análisis pormenorizado de los grandes temas a cargo de importantes periodistas supuestamente enterados de lo que puede pasar si no les hacen caso. En el periódico que estaba leyendo un señor al fondo de la barra y que dejó con restos de patatillas por el medio, se hablaba de los resultados del domingo, en la liga española y en las elecciones portuguesas. La primera es de nuestra incumbencia, la segunda también. De la primera sabemos que mandan en la clasificación, por el momento, equipos que nunca  pensaron en mandar, seguramente porque el bipartidismo Madrid-Barça atraviesa una fase de desajustes (el poder también tiene sus días bajos); de la segunda nos dice que en Portugal sigue mandando el que mandaba, pero que el reparto de las fuerzas deja todo por hacer, un poco como en Cataluña, lo que augura que será la tónica de futuras elecciones y que el bipartidismo PP-PSOE puede entrar en fase de mínimos y manden los del Villarreal o los del Celta, al menos por unas semanas. En cualquier caso, y de cara a la liga y las próximas elecciones del 20 de diciembre (¿quién dirá el discurso presidencial de fin de año?) la cosa es confusa. Y se nota. La derecha acusa ese fenómeno de hundimiento: la orquesta sigue tocando en cubierta mientras el resto trata de arriar botes. Por mucho que insistan en el PP en que ellos han arreglado las cosas como Dios manda, el barco escora y, por encima, su ex presidente, Aznar, ese sedicente “analista político” (en este país cualquiera puede ser analista político o crítico de cine, no se piden credenciales) reconoce que Ciudadanos puede desbancar al PP, cosa que todo el mundo sabe, a poco que se lean los periodicos más atrás de los deportes y los resultados de la bonoloto. Pero cuando el presidente de la FAES (un desafortunado nombre que recuerda siempre a falange española) sale diciendo eso de su propio partido, ya no hay que esperar a lo que digan los enemigos. Eso es un tiro en el píe y veneno para la taquilla. Es como si Florentino del Madrid saliera diciendo que el Atletico de Cerezo está mucho mejor que los del Bernabeu. Y desde la cumbre de su colina (aún no es una montaña) Ciudadanos se crece ante la derecha auténtica, la fraguista (no aznarista) que presenta como triunfos una economía en la que nadie tiene fe. Los Ciudadanos venden una imagen “cool”, vestidos de “casual” y sin corbatas. En su caso su imagen vale más que mil palabras de cualquiera del Gobierno (con excepción de Soraya) y ellos saben que están representando una versión actualizada de “Los chicos del Preu”. 
En la otra banda, la autodenominada izquierda (usted puede opinar otra cosa, de momento ni cobran comisión por opinar ni constituye delito de injurias) prepara las ofertas que no podremos rechazar. Sánchez quitará la religion de la escuela y Podemos sacará un día de estos su catálogo de otoño, con 500 medidas a precios de Ikea. Mientras, siguen las confluencias en una izquierda que se hace en la picha un lío cuando las cosas deberían ser más sencillas, como lo eran antes de que la política se enviara por tuiter. A la izquierda le mata el juego individual, el regate y el primer toque, pero a la hora de organizar el equipo y hacer que funcione en bloque, no hay nadie que centre pelotas sobre el área ni hay quien salga al remate. Y con eso no hay goles, por mucho que sus entrenadores salgan a dar ruedas de prensa. 
Como el año que viene llegan las elecciones gallegas, Núñez Feijoo ya ve las elecciones en el horizonte, como un mapa del tiempo, con nubes que entran por las rías y dejan una ciclogénesis explosiva; pone en la calle a la conselleira de Sanidad y arromba la casa para presentarla en las proximas campañas. Es el mito del eterno retorno, o una campaña electoral como el nudo infinito de la sabiduría tibetana, sin principio ni final. Tampoco la marca gallega lo tiene claro, y desde las municipales, con la aparición de los “enanos infiltrados” (expresión que pueden ver en internet y que utilizaba la derecha del franquismo en tiempos remotos) el espectro se difumina. Y ya la cosa no está tan clara. Ni siquiera la iglesia católica lo tiene claro, y eso que al reino de Dios en la Tierra le basta con hacer un dogma en un momento para resolver cualquier posible torcedura de “lo que Dios manda”. No se aclaran con este papa. A la “famiglia” española de Rouco y sus hermanos no le gusta como llevan las cosas en Roma en el sínodo de familias (todo esto recuerda mucho a las reuniones del Padrino I) y, por encima aparecen un cura gay que presenta a su novio como si fuera una novedad. Y lo echan fuera (biblicamente, donde es el llanto y crujir de dientes), porque la iglesia acepta mejor un pederasta oculto que un homosexual manifiesto.
Y todos los espectadores-votantes nos sentimos como Gene Hackman en la película “La noche se mueve”, mientras ve en la televisión un partido de fútbol americano. Su mujer le pregunta: “¿Quien gana?”. Le contesta: “Nadie, sólo que unos pierden más que los otros”.

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