sábado, 24 de octubre de 2015

Predecir futuros

J.A.Xesteira
Se celebró (bueno, lo debieron celebrar los frikis y culbs de fans) estos días la llegada de Marty y Doc al futuro. Me refieron, como saben los buenos aficionados a estas cosas, la película “Regreso al futuro”, que marcaba la fecha del miércoles pasado como futuro del viaje en el coche del tiempo, aquel Delorean trucado por el sabio chiflado. Andaban estos días por la Red montones de comentarios, artículos y montajes de películas para comparar el futuro cinematográfico rodado en 1989 y el futuro real al que llegarían los personajes del film. Como siempre, los futuros nunca coinciden. Los grandes futuros anunciados nunca fueron una premonición acertada. Recordemos el año 2001, de la odisea espacial. Llegó el 2001 y no hubo ni monolíto en Marte ni aquel gran ordenador que asesinaba a los viajeros del espacio, que navegaban a ritmo de “Así hablaba Zaratustra”. ¿Y qué decir de aquella visión pesimista de Orwell de “1984”? Hubo que hacer muchos esfuerzos conceptuales para hacer cuadrar la dictadura aplastante con el sistema capitalista imperante en aquel año y en los posteriores. En su caso dejó en herencia una marca registrada, el Gran Hermano, que todo lo ve, pero aplicado sólamente a un programa de televisión dedicado a mostrar como se relacionan los seres humanos reducidos a la condición de animales de laboratorio, dentro de una jaula. Cierto, y hay que decir en defensa de Orwell, que su visión del poder gubernamental como el controlador visual de todos los habitantes es un deseo de cualquier poder actual, que se traduce en la colocación de cámaras de vigilancia por todas partes, una costumbre controladora cada vez más en aumento, y que se complemente con la proliferación de imágenes de nuestra vida en las redes mal llamadas sociales.
Marty y Doc se llevarían un chasco si aterrizaran con su coche el miércoles pasado, como ya se han encargado de catalogar en las redes, señalando todas las maravillas que encuentran en la película pero que no encontramos en el momento actual (el ejemplo de los patines voladores es lo de menos)  Treinta años después ni siquiera hay una solución a la vista para la enfermedad real de Michael J. Fox, el joven que viajó hacia adelante con el chaleco rojo y las zapatillas Nike.
Si hacemos la pedestre reflexión de considerar este momento como el futuro de un pasado más o menos reciente (a elegir) podemos comprobar que “esto” es lo que no esperábamos que fuese. Cantidad de cosas que deseábamos de una manera se convirtieron en lo que ahora son, incluidos nosotros mismos. La vida viene y nos lleva sin que podamós hacer gran cosa para remediarlo. De la misma manera, podemos hacer la misma reflexión pensando en el futuro que vendrá si nos montamos en nuestro coche trucado y aparecemos dentro de treinta años (o lo imaginemos, porque, según edades, cada cual puede echar sus cuentas). Entre lo impensable de antes y lo pensable de ahora nos movemos tropezando siempre en la misma piedra, una, dos y mil veces. Bastaría hacer una simple comparación entre lo prometido, lo predecible y lo que de verdad ocurrió, para escarmentar y no hacer planes de futuro sin un mínimo de sentido común.
En este momento que se nos aparecen Fraga y el embajador americano bañándose en una playa que dicen que era Palomares, vuelven las famosas bombas que rescató Paco con su red. Y como en una película de sábado por la tarde, aparece el vicepresidente americano (sin chaleco rojo ni zapatillas Nike) y promete que EEUU va a limpar, después de  49 años, el plutonio de las arenas de Palomeras. No se lo cree nadie, y no deja de ser un detalle de gente enrollada. A cambio de esa promesa, el ministro Margallo (de fácil rima gallega) le regaló una guitarra, como colofón a una reunión de cantantes. Probablemente los USA manden personal a retirar la arena y la llevarán a cualquier parte y lo festejarán en su momento. Lo que estuvo contaminado durante todos esos años, queda contaminado, el que sufrió o murió sin enterarse de los efectos del plutonio ya pertenece al pasado. El plutonio no va a salir tan facilmente de Palomares; su vida sí que tiene futuro (una vida media de más de 24.000 años) y aquel pasado con la imagen del bañador de Fraga, que mostraba al mundo que allí no pasaba nada, vuelve como una mala película en blanco y negro, contaminada y cutre.
Las previsiones de futuro suelen hacerse casi siempre –en el mundo de la política combinada con el capitalismo imperante– para hacernos creer que lo que viene va a ser mejor que lo que pasó. Sabemos que no es más que un buen deseo que rara vez se cumple. Sí sabemos con antelación que muchas de las cosas que se hacen al tiempo de prometer bienestar y prosperidad son ya, en cuanto las hacen, una estupidez que cualquiera puede entender, o una estafa que cualquier sabe que tendremos que pagar en un futuro inmediato. Por ejemplo, las autopistas construidas alrededor de Madrid, que nunca llevaron coches a ninguna parte y que ahora tendremos que pagar entre todos a las empresas que las construyeron y gestionaron. En aquel reciente pasado dijeron que salían baratas, eran necesarias y, además, iban a ser rentables. Tanto ellos como nosotros sabíamos que mentían. Y ahora tendremos que pagar a las empresas que sabían que aquello no valía para nada. Si aplicáramos el sentido común que no se aplicó ante aquellas evidencias a muchas de las obras actuales –hospitales incluidos– en un futuro no muy lejano no tendríamos que volver a pagar las estupideces que ahora mismo se firman en despachos políticos.
Pero no aprenderemos. Seguimos cultivando la estupidez (y la indiferencia ante esa estupidez) como una flor delicada. Se habla de una formación profesional para toreros y no pasa nada. Si ahora aparecieran personas del pasado en una máquina del tiempo se encontrarían con las mismas estupideces del pasado. Si pudiéramos ir hacia adelante, nos encontraríamos seguro dentro de treinta años con que los patines no vuelan y los políticos siguen haciendo las mismas promesas.

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