jueves, 18 de noviembre de 2010

Sahara y Marruecos

Diario de Pontevedra. 18/11/2010 - J.A. Xesteira
El asunto del Sahara Occidental ex Español resurge de su propia ceniza cada cierto tiempo, bien por declaraciones, bien porque en algún sitio se reúnen dos comisiones para hablar, bien porque activistas españoles o saharauis organizan una huelga de hambre, una manifestación o una protesta de ilustres actores, artistas, políticos y famosos, en general. Pero nunca como esta vez el Sahara ha salido a las noticias con un motivo tan potente como esta confusa destrucción de un campamento en El Aaiun del que sólo sabemos que hay unos muertos (sin contabilizar) y unos detenidos (ídem) Desde que se aceptó el alto el fuego en la guerra que libraban el ejército marroquí y el del Frente Polisario, hace unos veinte años, esta es la ocasión más difícil de un conflicto que dura demasiado tiempo. El Gobierno de Marruecos blindó la información de lo sucedido, prohibiendo la entrada a la zona de periodistas extranjeros en general (y españoles en particular). Los ministros marroquíes salieron a las televisiones del mundo para decir que hay una campaña contra ellos, que los difaman y que los atacan sin razón. El Gobierno de España hace malabares para que no se note que las simpatías están a favor de los saharauis (como de todo el pueblo español) pero que, al mismo tiempo hay que guardar las formas con el gobierno amigo de Mohamed VI. Mientras, en Madrid, salen a la calle sindicalistas, políticos del PP y de IU (extrañas parejas) y artistas más o menos concienciados. Y, al mismo tiempo, en Nueva York, la ONU habla en un desierto de los tártaros y las dos delegaciones negociadoras se reúnen otra vez más. Y, en el fondo, pese a los buenos propósitos y la confusión del momento, pese a que cada uno aprovecha el conflicto para sumar puntos en la competición política siempre en marcha, nadie quiere ver sin filtros la realidad de una “descolonización” podrida desde su origen. Los políticos mienten a sabiendas o no dicen toda la verdad, y aprovechan la ocasión para vestirse de defensores de una causa que nunca les importó; los ministros marroquíes mienten y se les nota; los ministros españoles dicen lo que está en el guión para casos similares; la ONU habla sin que le importe mucho ni poco el asunto, y el resto de los países más o menos interesados y que podrían ejercer algún tipo de presión (entiéndase, Francia y EEUU) tienen sus propios problemas en casa y lo que pase al sur del Magreb se la trae floja. Ni siquiera los activistas, los artistas, los defensores españoles, tienen toda la razón, aunque, en su caso, les mueva más el corazón que la cabeza. Hay que recordar una vez más que el conflicto lo originó el Gobierno Español al abandonar a su suerte a los saharauis, ciudadanos españoles con carnet de identidad y pasaporte español, con seguridad social y educación españolas. De aquella chapuza descolonizadora viene este enfangado problema actual. Un problema que no se resolverá nunca y acabará convirtiéndose en otra cosa, quizás en alguna solución pactada que convenga a intereses superiores y que, como siempre, acabe por perjudicar a los ciudadanos indefensos e impotentes. Conocí el Sahara cuando estaban en guerra, viajé con otros cuatro periodistas gallegos a la zona, nos entrevistamos con el ministro de Exteriores del Polisario, convivimos en el desierto con los soldados, asistimos a un combate nocturno y hablamos con los prisioneros marroquíes. Es decir, tomé contacto con la situación desde el principio. Más tarde, después del alto el fuego, volví a los campamentos argelinos (campos de refugiados sin alambres, no lo olvidemos) con una caravana de buena voluntad, ciento y pico de vehículos que llevaban ayuda humanitaria de España; cruzamos desde Orán hasta Tinduf conduciendo una furgoneta durante tres días. Volví a ver otra realidad. Mucho más tarde participé, junto con periodistas, políticos y famosos en un intento de llegar a El Aaiun, que sabíamos imposible y no pasó de Canarias, simplemente para que hubiera una noticia que hiciera que el mundo no se olvidara del problema. Desde el principio fui escéptico, nunca creí que el problema se fuera a resolver a favor de los saharauis. Cada vez lo creo menos. El tiempo ha erosionado la situación; si en mi primer viaje había un motivo de lucha, se vivía en una mini utopía en los campamentos, en los que no había moneda y todo era compartido, en el segundo, la cosa había cambiado, la introducción de bienes materiales y moneda extranjera convertible cambia el paisaje, crea clases. Por otra parte, las nuevas generaciones carecen cada vez más del espíritu original, se globalizan, pierden los puntos de referencia en un lugar en el que no existen referencias. Y, por encima, las potencias extranjeras más directamente afectadas procuran que el problema les salpique poco; para EEUU, Marruecos es un país aliado y cliente; Francia, que bombardeó a los marroquíes con bombas de fósforo durante las guerras del Protectorado, juega una vez más a su diplomacia hipócrita. Y los marroquíes, un pueblo pobre en un país rico, acaban convertidos a su pesar en los malos de la película; saben que viven en un reino con enormes recursos que los podrían convertir en un estado europeo en África. Pero Marruecos sigue siendo una monarquía absoluta, disfrazada de democracia, y a todos les conviene que así sea. Menos al pueblo saharaui, que comenzó a perder el día en que España les dio la patada y los dejó de lado. Los hechos recientes, los muertos y los detenidos, lo demuestran; ya no se trata de combativos soldados del Polisario o activistas políticos del Sahara argelino, se trata, y es la novedad, de gentes que viven pobremente en un país rico, que son considerados ciudadanos de segunda. Y que ya nacen perdedores. Si pensamos con la cabeza fría, deduciremos que nunca van a ganar, pero nuestra obligación es dar la cara por ellos, por los que pierden, aunque sea una batalla perdida. Es nuestra obligación, la de todos, no sólo de los famosos que salen en la tele ni de los políticos que aprovechan la ocasión para ser solidarios de pacotilla.

1 comentario:

  1. Pues sí, veo muy difícil una solución que beneficie a los saharauis. Marruecos pesa mucho en la geopolítica actual.

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