jueves, 25 de noviembre de 2010

La Economía es una ciencia (ficción)

Diario de Pontevedra. 25/11/2010 - J.A. Xesteira
Si midiéramos la importancia de los acontecimientos por el espacio que ocupa su exposición en los medios de comunicación y la cantidad de palabrería utilizada para aclarar y desmenuzar las noticias, tendríamos que suponer que los asuntos de las elecciones catalanas o el partido de frontón que se traen entre manos el PSOE y el PP contra la pared de fondo de la democracia son lo más importante del mundo español. Pero, honradamente, y visto lo que se comenta por los bares, y haciendo excepción redundante de los partidos de fútbol, a nadie de esta esquina borrascosa del noroeste occidental le importa quien vaya a gobernar en Cataluña o la cansina y aburrida cantinela que se puede resumir en dos frases: “La culpa la tiene el Gobierno de Zapatero” y “Ustedes lo que tienen que hacer es arrimar el hombro.” Podría ser también que al ciudadano le importara mucho lo que cuentan en esos programas en los que una rubia se altera y adelanta el pescuezo para insultar a la rubia de enfrente, mientras que por las rendijas de los micrófonos desenchufados se cuelan frases que merecen castigo. Pero no, en ese caso, lo que ocurre es que la estupidez, más concretamente, la estupidez televisada, es más contagiosa que el cólera de Haití, aunque produzca las mismas diarreas (mentales) y los mismos vómitos (de debate) Sin embargo, de lo que se supone que nos afecta en mayor medida, que es la cuestión económica, nadie sabe decirnos a ciencia cierta de que va la cosa, y me temo que nos mienten por todas partes. Y por más que me dedico a bucear en las noticias que mueven el mundo, después de esas grandes reuniones en las que todos se reúnen con todos y salen después en la foto, sigo con más dudas que antes. Y por eso quisiera compartir mis dudas, porque entre todos podemos sacar nuestras propias conclusiones. Cada cual, la suya. Cuando el mundo estaba dividido entre buenos y malos, en los viejos tiempos de la guerra fría, la cosa era fácil, había USA y URSS, que tenían como otro nombre Capitalismo y Comunismo. Y ya estaba, todo daba vueltas alrededor de esos dos conceptos, nunca bien delimitados, pero que nos servían para circular por ahí. Pero ahora, no sólo no hay guerra fría, sino que, por encima, después de estas últimas cumbres de Lisboa, los USA se inclinan hacia Oriente, que es de donde se supone que viene la Gran Economía, como los Reyes Magos. Obama y Mevdeiev se confiesan amigos y con ello, el equilibrio mundial se abre hacia una zona confusa situada en algo que se llama Asia y algo que se llama Países Emergentes, que nadie explica claramente que significa. A EEUU no le interesa Europa para nada, seguramente porque fuera de sus fronteras tienen dificultades para situar cualquier país. Pero, por otra parte, lo que queda en pie de la guerra fría, es decir, el Capitalismo, no es un bloque político social enfrentado a la maldad intrínseca del Comunismo (ruso, hay que añadir) Lo que ahora es Capitalismo, llamado Neoliberalismo, para no confundir, es una fuerza misteriosa, flotante por encima de gobiernos y empresas, es como una vieja película de James Bond, una organización secreta, sin cabeza visible, una especie de Espectra que quiere dominar el mundo; mejor dicho, que ya domina el mundo, más allá de territorios, fronteras o sistemas sociales. La realidad de esto que se ha llamado crisis, que comenzó y no se sabe donde parará, es que esa corriente depredadora de la economía mundial fluye por encima de nuestras cabezas, y le importa poco lo que pase debajo. Dos ejemplos. Uno: una empresa paradigmática, la Bayer alemana, que creó a partir de la aspirina un pueblo a su alrededor y un imperio multinacional de medicinas, anuncia que va a despedir a 4.500 trabajadores en dos años, pero que creará 2.500 puestos de trabajo en países emergentes. Dos: vemos en un telediario a un enorme pueblo en China, en el que no hay viviendas, sólo factorías en las que los obreros trabajan en régimen de nueva esclavitud, fabricando cualquier cosa que se vaya a vender en todo el mundo, sin posibilidad de salir de la factoría, donde viven, duermen, comen y (suponemos) se reproducen, sin salir de la fábrica, es el que suministra de baratijas a Occidente, fascinados todos por espejitos y cuentas de colores, en un colonialismo a la inversa, del que no se benefician los obreros chinos, sino los empresarios de aquel país y los importadores occidentales, españoles incluidos, que se ahorran tener que pagar a obreros que salen a la calle de vez en cuando para exigir derechos, cada vez más lejanos, cada vez más vendidos por los que detentan (y digo bien detentan, ver diccionario) la representación de la clase obrera. El dinero ya no es dinero, sólo un concepto abstracto cuantificado en la pantalla de un ordenador. No hay tesoro enterrado ni monedas que el avaro cuenta por la noche. Sólo hay suposiciones. De pronto alguien dice que un país es rico y al rato su bolsa sube, los bancos desbordan beneficios y todo parece el país de las maravillas. Irlanda pasó de ser un país de tercera división (“somos los negros de Europa”, decían en aquella película “The Commitments”) a ser el Tigre Celta en un abrir y cerrar de ojos. Las facilidades que daban a las multinacionales eran tantas que en diez años ya se habló de milagro irlandés. Pero en el mundo de la economía no existen los milagros, y todo se vino abajo en otro abrir y cerrar de ojos. Y entonces hay que pedirle dinero al resto de Europa para aguantar el temporal, es decir, para sostener a los bancos, que, son el origen del ascenso y la caída. Y por mucho que nos aseguren los políticos y esos misteriosos expertos mundiales que dirigen bancos nacionales, no conseguiremos entender nada. Ahora, mientras escribo esto, las bolsas castigan a España por lo de Irlanda. Son cosas que sólo entienden los que mandan en Espectra, los que son capaces de desestabilizar un país entero simplemente con un clic de ratón, ordenando el traspaso de miles de millones de una cuenta a otra, comprando y vendiendo en fracciones de segundo, gracias a que tienen informaciones privilegiadas sobre el negocio (a fin de cuentas ellos son los que generan la información). Los grandes delincuentes ya no usan metralletas ni sombrero, les basta con una línea de tarifa plana.

1 comentario:

  1. Siempre es la misma historia. Los que especulan, provocan crisis, siempre caen como los gatos, porque detrás están las sacrosantas instituciones con nuestro dinero para darles más alas para sus vuelos de altura. Todo eso pasa porque ya no hay güevos, como dirían los viejos.

    Salud y dinamita

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