sábado, 14 de mayo de 2016

Viejos fantasmas, programas huecos

J.A.Xesteira
El reciente acuerdo entre Podemos e IU, una consecuencia lógica dentro de las posibilidades electorales, ha traído consecuencias lógicas de rechazos en sus adversarios, como era de esperar. Las acciones y las reacciones crean accionistas y reaccionarios, como consecuencias también lógicas. Por ese lado no hay nada nuevo; por otro lado sí, reaparece la vieja novedad de sacar a pasear el Comunismo, instrumento que en la dictadura del siglo pasado usaba aquel caudillo desde el mensaje de fin de año y los curas desde el púlpito de la misa de doce, como arma atemorizante para beatas y mentes simples (aquellos miedos de la ignorancia –“van a quitarme lo que tengo para dárselo a unos tipos que son rojos”– enmascaraban un estado de cosas en el que las carencias sociales se mantenían gracias a ese miedo). Posiblemente la masa votante haya avanzado poco en educación política; los propios políticos, sean del partido que sean, se encargaron de ello, porque les interesó mantener a la ciudadanía en el viejo miedo, ahora disfrazado de otras novedades y modernidades, pero miedo, al fin y al cabo. Miedo a la pérdida de las pensiones, miedo a la pérdida de empleo, miedo a la perdida de libertades (no a eso no, ni siquiera saben que tienen derechos que ya desaparecieron para justificar los miedos) o miedo a un incierto futuro que sólo se arreglará con el si-nos-votas-a-nosotros. Por eso, ya que sacan los viejos fantasmas a pasear conviene hacer memoria y recordar de donde venimos, porque, quienes somos no es cosa que tengamos seguro, y a donde vamos es un futuro incierto.
La generación que se postula como presidentes necesarios (para un país de ciudadanos contingentes), es decir, los tres jóvenes, Rivera, Sánchez e Iglesias, y Rajoy, que es generación caducada, representan modos y modas que olvidaron de donde vienen. Quizás sea Iglesias el único que lidera una invención, una abstracción de la izquierda que, por lógica política, tiene que juntarse con la Izquierda Unida, que no es exactamente comunista aunque albergue en sus siglas al antiguo Partido Comunista Español, una vez que éste consideró, para su desgracia, que era mejor llamarse de otra forma que no asustase a las beatas de misa de doce. Rivera es la misma derecha de siempre pero actualizada, como un programa de ordenador, que pone al día las mismas aplicaciones y da más rapidez al sistema operativo. Pero Rajoy y Sánchez representan a partidos que tuvieron un principio en el pasado, son históricos; el partido de Sánchez, el que más, fundado por un Pablo Iglesias ferrolano (Ferrol produjo personajes dignos de estudio) con gorra de cajista de imprenta y barba de época, marxista, hospiciano, pobre y autodidacta, que se hizo a sí mismo y fundó la UGT y el PSOE. Puro pasado, porque el presente ofrece un socialismo sin marxismo, indecidido e indeterminado; desde que Felipe González se adaptó a la estrategia de cazar el ratón del poder, vestido de gato blanco, negro o rojo, el antiguo socialismo se fue diluyendo y transformando en lo que hoy es (lo que sea lo dejo al criterio de cada uno, basta ver los alrededores socialistas) El Partido Popular de Rajoy tiene una historia más corta que también parecen haber olvidado. Este PP viene de aquella Alianza Popular fundada por antiguos alumnos de Franco, los ministros de la dictadura que vieron a la democracia como si encontraran el santo grial, se cayeron del caballo y abrazaron la nueva fe; en ellos se dio el misterio de pasar del franquismo dictador a la Democracia “igual que un rayo de sol pasa por un cristal, sin romperlo ni mancharlo” (catecismo Padre Astete); Fraga, el fundador, tuvo la habilidad de meter en un mismo saco al arcoiris de la derecha, desde el franquismo hasta el liberalismo (palabra que significa cualquier cosa según esté el mercado) pasando por monárquicos, conservadores, centristas y democristianos (considerando que el cristianismo pueda ser demócrata, un contrasentido).
Conviene recordar estas cosa que ya sé que todos recordamos, aunque a veces no se note, porque a menudo vendemos motos que no nos pertenecen. Conviene recordar también que durante la clandestinidad en la cuarentena franquista, el Partido Comunista era el único que se la jugaba, el que agitaba obreros y estudiantes. Los que vivimos aquella época  y, sobre todo la Transición que escribimos en los periódicos, sabemos de lo que hablamos. Por eso resulta bobito anunciar la reaparición del comunismo, como acaban de hacer Rivera y algún portavoz popular, al tiempo que Sánchez amaga con las mismas intenciones. Probablemente desconozcan, porque tengo la impresión de que nuestros políticos candidatos son poco expertos en lo que pasa por los países vecinos, que en Italia, Portugal y Francia existen Partidos Comunistas y no se hunde el firmamento sobre nuestras cabezas. Las advertencias electorales suenan a un “¡que vienen los rusos!”, cuando saben que los rusos ya vinieron para hacer turismo de mafia en Marbella.
La realidad de los viejos fantasmas esconde otra realidad más dura: la falta de contenido en los programas y mensajes de todos los partidos. La campaña electoral se reduce una vez más a atacar al vecino que, según las encuestas, va a robarnos el sitio. Miedo y encuestas. Pero no programa, no ofertas serias, no ilusión para los votantes. Ningún candidato ha dicho nada de lo que piensa hacer para nuestra felicidad (es la base de la democracia, hacer felices a los ciudadanos, no sé si lo saben) Nadie nos cuenta sus proyectos más allá de las vaguedades, tópicos, estupideces sin sentido y buenos deseos que, por otra parte, están sujetos al mandato de Europa (el ministro Margallo, paradójicamente, se desmarca y dice que Europa se pasó cuatro pueblos con  la austeridad que su Gobierno aplicó, y no pasa nada); todos quieren acabar con el paro, pero saben que para ello tienen que cambiar el sistema económico y productivo, e invertir en personas e ideas. El país está sujeto al turismo, la construcción y a la esperanza de que China siga comprando empresas españolas. Más allá de eso sólo tienen programas electorales más vacíos que un centollo farol.

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