viernes, 8 de febrero de 2019

Tirarse a la piscina

 J.A.Xesteira
Desconozco los motivos por los cuales el presidente de España, Pedro Sánchez de momento, ha tenido a bien meterse en un jardín lleno de minas y erigirse en adalid europeo contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, también por el momento, y en defensa de Guaidó, al que ha llamado “presidente encargado”. Sánchez se coloca a la cabeza de los países europeos en defensa de la democracia venezolana y saca pecho para pedir elecciones libres y democráticas. Realmente ha dado más pasos de chulería política que cualquiera de sus contemporáneos en el panorama mundial, con la nota sospechosa de los italianos, que siempre han sido más listos que los ratones colorados, o los mexicanos, que dicen que “vamos a ir con calma, que a Guaidó no lo ha elegido el pueblo!. En el embrollo (maldito) tercia Felipe González, amigo de otra Venezuela, la de Carlos Andrés Pérez, el presidente más corrupto del país boliviarano, cuyos delitos económicos todavía padecen hoy los venezolanos y cuyo mandato sirvió para los grandes negocios españoles (ver wikipedias) y un Caracazo con 300 muertos y 2.000 desaparecidos. En el fondo del paiseje se dibuja, como siempre, a los Estados Unidos de Norteamérica (USA), potencia imperial siempre detrás de todos los movimientos de progreso en las Américas, incluídos asesinatos en masa (remember Kissinger, genocida impune) y que ahora en lugar de la CIA y los golpes de estado con militares y armas, aplica el sistema de estrangular la economía de los países no amigos con la cooperación de los oligarcas y grandes familias de cada país (Venezuela inclusa).
Si yo fuera un experto analista político o un gran estratega de los que debaten a diario en televisión, les daría una explicación pormenorizada de la situación, de lo que va a venir y de lo que se está cociendo en el mundo que manejan gobernantes sin carnet de gobernar. Pero como no lo soy me limitaré a hacerme unas cuantas preguntas que no entiendo; ya saben, como el personaje de Calderón, “yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos”.
Primera cuestión. Sánchez, presidente español, presidente valiente, reprueba a Maduro, presidente venezolano, y reconoce a Guaidó, presidente –sólo– de la Asamblea Nacional y pide que se convoquen elecciones libres. Los argumentos son un enorme lío de afirmaciones sin fundamentar: que si el pueblo venezolano, que si la economía, que si los venezolanos huyen hacia España… Todo un embrollo publicado en los Medios, con mucha carga política pero escaso fundamento periodístico (cuando las Historia la escriben los políticos y no los periodistas, mejor dedicarse a la literatura). Y claro, aquí me hago unas preguntas (que no contestaré). Venezuela es un país extranjero, no es una colonia española, y por tanto deben ser los venezolanos quienes decidan su vida, bien o mal; el presidente Maduro fue elegido en unas elecciones libres (como las de USA o las de Brasil), Pedro Sánchez no fue elegido en unas elecciones libres sino en el trapicheo de una moción de censura contra Rajoy. Ahora reconoce a un presidente de un país extranjero que no fue elegido por nadie. Pensemos; ¿qué pasaría si un país cualquiera, Kazajistán o San Marino, decidiera que Pedro Sánchez no es el presidente y reconociera a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, como “presidenta encargada” de España. Esperpéntico, pero piensen en la similitud del embrollo. Es una extraña democracia: no nos gusta del que eligió el pueblo, que lo cambien.
Otra cuestión. Los medios de información ya han tomado partido (salvo honradas excepciones) y se les ve el plumero. Un dato simple, esos mismos medios que llamaban “migrantes” a los huidos de Libia o Siria, llaman ahora “refugiados” a los que se vienen de Venezuela (¿habrá algún campo de internamiento para venezolanos?) Otro dato; afirman que Europa reprueba a Maduro pero no se alinea con Trump, lo cual es un misterio trinitario con petróleo al fondo.
Me hago otra pregunta (a lo mejor alguien tiene la respuesta) sobre la necesidad de Sánchez de meterse en aventuras equinocciales tropicales. Se entendería si los asuntos de su casa, que es la nuestra, estuvieran resueltos, su posición política al frente del Gobierno estuviera consolidada y España fuera bien, como decía aquel presidente de cuyo nombre no quiero acordarme. No alcanzo a ver los motivos por los que se mete a arreglar la casa del vecino teniendo como tiene la suya.
Y es que su casa se le pone cuesta ariba al presidente Sánchez, encargado de gobernar este país, no Venezuela. Mientras pide democracia y elecciones libres para Guaidó, tiene aquí a los catalanes pidiendo lo mismo y, además, sin vías de resolución, una incógnita en sí misma, con tres heridas abiertas, como el poema de Miguel Hernández: la del presidente elegido en elecciones libres, exiliado en Bélgica, la de medio Parlament encarcelado y en espera de juicio, y la de un president y un Parlament que no gobiernan. Y, por encima, están pendientes los presupuestos del Estado, que a lo mejor ni se aprueban. Y mientras Sanchez saca pecho internacional, sube el paro en estas tierras, donde cada vez hay menos puestos de trabajo (aquí me pregunto: ¿a qué llamamos empleo en estos momentos?¿a que llamamos salario?) y los sindicatos, empezando por la UGT, otro tiempo el sindicato de cabecera del PSOE, anuncia movilizaciones para ahora mismo, porque los pactos no se cumplen. Y mientras el tejido laboral se pudre y huele fatal, la banca  gana pasta a una velocidad de 1,9 millones a la hora (auténtico) mientras elimina 90.000 empleos y ciera 11.000 sucursales.
Por eso no entiendo esta tirada a la piscina del presidente Sánchez, con lo que le está cayendo. Quizás sea porque las encuestas, que son como el agua en las que nadan los políticos, le dan como ganador; quizás porque hay una confabulación mundial para poner en los gobiernos a una especie de “Niños del Brasil”, clonados en el mismo proyecto (ver físicos de los que tenemos en casa en todos los partidos y compararlos con Guaidó). En cualquier caso alguien debería decirle al presidente Sánchez que, a lo peor, en la piscina no hay agua.

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