domingo, 26 de junio de 2016

La reflexión de la "revotación"

J.A.Xesteira
Como las elecciones en este país se celebran en domingo, la jornada de reflexión, que es un eufemismo que se aplica para que no nos coman más el tarro y nos dejen un día tranquilo, cae, por fuerza, en sábado, que es un mal día para reflexionar. Porque deberíamos reflexionar aunque sea un instante, y tratar de analizar en ese instante que es lo que vamos a hacer mañana con nuestro voto, a quien vamos a apoyar y quien es merecedor de nuestra confianza y depositario de nuestras esperanzas. Un instante no es mucho pedir. Pero creo que no, nadie se toma la molestia de reflexionar en la jornada de reflexión, ni el pueblo votante ni los que se ofrecen a ser los padres de la patria. Por dos razones: somos un pueblo (si se me permite la abstracción de entendernos como un todo homogéneo, ya que la votación es para formar un gobierno homogéneo) que no reflexiona, y porque el día tampoco ayuda a reflexionar. Como pueblo somos mas dados a la intuición, al pronto, al instinto, más que al pensamiento y la reflexión. Si tomamos la comparación más parecida a la política, el fútbol, vemos que hemos avanzado mucho desde que nuestra gran baza ante el mundo era la furia; con la furia, la única cabeza que se usaba era la de Zarra, que marcaba un gol a la pérfida Albión, un país que sólo conocía Matías Prats (padre); con la furia nunca ganamos nada. Sólo cuando comenzamos a jugar con una disciplina y una cierta capacidad de idear los pensamientos deportivos fuimos campeones del mundo. Pero el sábado no es día para ponerse a reflexionar, porque es el fin de semana y lo tenemos ofrecido a los dioses de la juerga; el domingo, tampoco, porque estamos de bajón; el lunes es el día en que cae todo lo malo…, ¿y para que seguir? No hay un día propicio para reflexionar. Y una vez que tenemos que repetir la votación, como un mal saque de tenis, y repetir el rito de la “revotación”, y demostrado durante estos meses que el país no se hunde aunque el Gobierno sea un  grupo de transeuntes en funciones, y superadas las encuestas que no demuestran nada, volvemos a las urnas. Para votar, votaremos con la furia primitiva, sin reflexión, con el instinto y la decisión del que valora más el gesto que la idea. Pero, dentro de ese espacio de votación sin análisis ni “paradinha” reflexiva, cada uno busca su propio estilo, porque la colección de votantes es tan extensa como la de los estilos de voto.
Para empezar hay una primera división evidente: unos votan y otros, no. Tan legítima es la postura de unos como la de los otros, y sus motivos pueden  ser los mismos; hay quien vota porque sí, por inercia o por convicción, y hay quien no vota porque no, por inercia o por convicción. Tan democrática es una postura como la contraria.
También están los que votan a los Nuestros, quizás el grupo mayoritario, porque ser de los Nuestros no exige reflexión, sino fe; se asume que es como una pertenencia, como ser del Barça o el Madrid; y como pertenecientes a un equipo de fútbol o político, se puede ser de dos maneras, socios o aficionados, la diferencia está en pagar o no pagar. Aquí entra una norma generalista más difusa, que es ser de derechas o de izquierdas, que ni define ni compromete, cabe cualquier cosa en cada cesto.
Vienen a continuación, y no precisamente por ese orden, los que votan a la contra como la vieja del chiste: por joder. Son votos casi personalizados, los que se oponen a un personaje, al representante local del partido o por llevar una contraria de dimensiones megaterias. Como ejemplo cabe recordar aquella votación a Herri Batasuna en una determinada zona gallega hace no sé cuantas elecciones. HB sacó más votos en ese municipio que no nombraré que en muchos pueblos abertzales de Euskadi, ¿por qué? Pues por lo mismo de la vieja, por llevar una contraria personal.
En el espacio dedicado a los exótico tenemos aquellos que votan por despiste, que no saben muy bien lo que votan (en el supuesto de todos los demás sí lo saben), que vienen con el voto que alguien les dio o que vienen como en alguna mesa en que fui testigo a “votar por Don Manuel” cuando ese don Manuel que usted supone llevaba bastante tiempo en el mundo de los difuntos.
El voto de la televisión. Ese es otro voto digno de estudio; votan al que les cayó bien en ese momento televisivo en que apareció el candidato (el candidato que está en Madrid, no por el que votan aquí, que seguramente ni saben que lo votan) y les gustó, les parecio “riquiño” o que hablaba muy bien. No es un voto muy pensado, es nun voto de fan o de empatía. Pero vale lo mismo que cualquier otro.
Por penúltimo está el voto en conciencia, analítico, pensado, reflexionado y consciente. Alguno queda en este apartado; son los que estudian los programas, caso de que los haya, saben por donde van los tiros, han contrastado pareceres, y votan al que le parece idóneo o menos malo. Son votos escasos.
Por último están los votos imposibles, los que pretenden votar por correo y se encuentran con que es más fácil abrir una cuenta en las Cayman o Panamá que votar desde el extranjero; son los votos perdidos de los marineros de la plataforma austral, los emigrantes en cualquier parte del mundo, o de los que intentan hacerlo desde alguna embajada. Son votos frustrados e impotentes.
Con la reflexión se cierra la campaña despues de que todos echaran la culpa a los otros y nadie asumiese sus propias cagadas políticas. No sabemos lo que nos ofrecen los candidatos, porque no han pasado de los buenos deseos sin concretar y de promesas que saben que no se cumplirán. Por lo tanto sólo me resta desear felices fiestas electorales y próspero cuatrienio. Que cada cual aguante su propia frustración y digiera su cabreo futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario