sábado, 29 de agosto de 2015

La comida de las fieras

J.A.Xesteira
¿Qué tienen en común la bolsa de China y su caída, la actuación de Montoro en el pseudodebate de los Presupuestos, la abuela de Canarias indultada a regañadientes, los yihaidistas que dicen que iban a atentar contra cualquier cosa, los refugiados que se mueren en los barcos y ahora defiende Merkel contra los insultos de los nazis alemanes, Donald Trump y su discurso racista, la web de los adúlteros y la tomatina de Buñol? Nada. Pero eso es lo que nos echan de comer, a poco que tengamos algún apetito por saber que pasa por el mundo; es la comida de las fieras, o, en su defecto, la comida de los animales de granja (usted elige en que jaula quiere estar o como se ve en el marco incomparable de la sociedad española de la segunda década del tercer milenio: como fiera corrupia cabreado tras los barrotes, o como gallina ponedora en su jaula). El alimento es el mismo para todos. Claro, dirá usted, pero eso en los periódicos generalistas de amplio espectro, porque después están las noticias vecinales, de ámbito diocesano, que también nos interesan. De acuerdo, pero esas alimentan menos, son de poca caloría, y a veces los propios periódicos se las ven y desean para elevar a la categoría de noticia simples chafardeos de reporter Tribulete (ver la historia del periodismo español, sección tebeos y pulgarcitos). Este menú reseñado más arriba lo vi en la primera página virtual de un periódico; podría ser otro, pero los platos del día son parecidos, y casi siempre se repiten en los diferentes periódicos-restaurantes. Todavía no han llegado a sus páginas menús sofisticados, de nueva cocina (o de viejo mamoneo), porque las fieras o los bichos de granja necesitan la comida en bruto, cruda a veces, sin mucha elaboración; son sólo de engorde y sostenimiento. La comida de la nueva gastronomía es un concepto capitalista del arte, que se puede comer (y pagar caro) y que convierte a cualquier botarate con dinero en crítico artístico y eleva su vanidad a la altura del conocedor del gótico o el experto en Caravaggio.
La comida informativa nos llega sin excesiva elaboración. Incluso diría, que viene a veces mál condimentada, a medio hacer y con materia prima de dudoso origen. Pero es lo que nos dan y es lo que comemos. Porque los bichos necesitamos alimentarnos de lo que pase por ahí adelante, y devoramos las informaciones de otros bichos que están por debajo debajo en nuestra cadena alimentaria. Lo comemos todo, somos como el cerdito de San Antón. El menú que abro al comienzo, me ofrece la bolsa de China como plato fuerte. Y el desplome de las bolsas del mundo como efecto inmediato. Confieso que nunca entiendo como repercuten las bolsas unas en otras, debe ser mi ignorancia en la materia, que me hace creer que los dineros tienen patrias y en cada país se juega (la bolsa es un juego) con lo que tienen. Pero mi ignorancia se ve recompensada cuando leo en el mismo menú que los chinos están investigando, porque las cosas no caen porque sí, y al parecer hay juego sucio, con varias compañías de “brokers” (ya saben, agrupaciones de expertos de dudosa moral fiscal) que manipularon las cosas para que cayera la bolsa de los chinos. Y mientras caen las bolsas, el ministro Montoro (¡miii tesoro, miii anillo, miii Hacienda!) se lanza a presentar unos presupuestos para el año que viene (en el que a lo mejor no está en el Gobierno) en plan “oferta que no podremos rechazar” (no dice nada sobre partirnos las piernas con bates de beisbol en caso contrario, pero su actitud crecida casi lo deja entrever) al tiempo que hace campaña ¡contra Zapatero!. Fascinante. Los políticos, considerados como alimento popular son impredecibles, como empanadillas sorpresa. Y para compensar, nos regalan con el indulto a la abuela canaria que, en un país en el que los ladrones van a la cárcel tarde mal y arrastras (o no van, perdidos en corrupciones que prescriben), la abuela entró en prisión en aplicación de la ley y no aplicación de la justicia. Pero tuvo la suerte de estar en campaña electoral, y por eso la amnistían. Y como estamos en campaña, contra Zapatero o los catalanes o los radicales rojos, pues también nos colgamos la medalla del brillante servicio en colaboración con la brillante policía marroquí para capturar a una célula yihaidista que iban a atentar contra algo. Eso es lo que dicen, y nosotros nos lo comemos tranquilamente. También nos comemos el plato amargo de los muertos en las bodegas de los barcos de inmigrantes, pero aquí hay un detalle de plato sorpresa: Angela Merkel (también debe estar en campaña) visita un campamento de refugiados mientras los nazis alemanes (lo dice la prensa) la abuchean. Vienen  crecidos los nazis, los fascistas y demás, sobre todo contra los inmigrantes que, de momento, pasan por Hungría, un país poco dado a liberalidades, pero dentro de poco la frontera húngara será un polvorín. Y Alemania otro, con un crecimiento previsto del radicalismo nazi. Decía Jean Renoir, director de cine: “Por irritante que sea, Hitler no modificó en nada mi opinión sobre los alemanes”. Lo mismo sucede con Trump, por irritante que sea su racismo ignorante de candidato republicano.
Me queda de postre la web de los adúlteros. Millones de adúlteros expuestos al ludibrio mundial en la red por culpa de unos piratas (¿terroristas?) que sacaron a la luz los amores secretos que confiaban en la seguridad informática. El adulterio no es virtual por mucho que nos creamos que la vida de verdad sucede en las pantallas. Es estúpido confiar en un negocio de internet para poner cuernos. Una estupidez como la tomatina de Buñol, que, como la bolsa china, no acabo de entender, aunque sea un espectáculo que atrae gentes de todo el mundo. Gastar toneladas de un alimento rico en vitaminas en tirarselo a la cabeza de un japonés me parece tan estúpido como correr delante de un toro en Navarra.
Lo peor es que estamos ya con la vuelta al cole, y eso es difícil de digerir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario