domingo, 23 de marzo de 2014

Peligro; expertos


Diario de Pontevedra. 22/03/2014 - J.A. Xesteira
Cada cierto tiempo aparece un grupo incontrolado autotitulado de Expertos, que nos anuncia lo que va a pasar. Los Expertos brotan en cualquier campo, en el deporte (muy de moda últimamente en programas de televisión), en cine (de capa caída desde que desapareció la tertulia de Garci, en la que se incrustaba un fiscal general) y. últimamente, de gastronomía, actividad en alza en un país que presume de dieta mediterránea pero que en realidad está alimentando unas generaciones de obesos problemáticos. Pero los Expertos más peligrosos son los económicos, que suelen decir sólo dos cosas: una, lo que va a pasar si no les hacen caso; y otra, lo que hay que hacer para que no pase. Los vaticinios de un experto debieran basarse, por definición, en la experiencia, pero esa experiencia, visto desde el lado de las víctimas (desde nuestro lado, donde padecemos cualquier medida económica y, por encima, la pagamos) nos dicen que los expertos rara vez aciertan, y sus predicciones siempre son para nuestro prejuicio. Recordemos sin ir muy lejos las predicciones sobre todas las medidas que llevaron a la crisis y que estuvieron santificadas, predichas y asesoradas por expertos de todos los colores, incluidos aquellos que dijeron que los bancos eran buenos, que los fondos eran sólidos y que vivíamos en el mejor de los mundos. Los Expertos suelen ser profesores de diversas ramas de la Economía en prestigiosas universidades, pero, a diferencia de los profesores que ganan los premios Nobel de Economía, que suelen dejarse ver en ropa «casual», éstos aparecen vestidos como los políticos, los directivos de banca, los tipos importantes, en un estilo que podíamos llamar «de imputado»: traje oscuro, corbata a juego y gesto serio (no hay mujeres). 
Hace unos días ese grupo incontrolado (que, a pesar de todo, saben mucho de las teorías que explican en sus clases a futuros expertos) presentó una batería de propuestas al Gobierno para arreglar la situación económica del país. Esto pudiera parecer un contrasentido porque, según el Gobierno, la situación está en el buen camino y se arreglará de aquí a nada. Pero los Expertos agarran la llave inglesa y le dan otra vuelta de tuerca a la crisis. Según sus sentencias la cosa consiste en que para arreglar la vida hay que subir los precios (aumentando el IVA de las cosas) y bajar el IRPF en las rentas de capital a la vez que se suprimen impuestos de transmisiones patrimoniales y otras cosas por el estilo. Es decir, se le carga la mano a los precios y se bajan los impuestos directos; es decir más: subirá el precio del agua y los alimentos y todo lo que sea gastos de consumo necesario; y con ello iguala a todos, la carestía es igual para ricos que para pobres, la diferencia está en que los ricos podrán desgravar más por rentas (los pobres no podrán desgravar nada porque no tendrán renta que llevar a Hacienda). Dirá usted que para ese viaje no hace falta maleta. Los ricos tendrían así más recursos para poder beneficiarse de desgravaciones y los pobres tienen que pagar más por la barra de pan. Fuera de esto todo se reduce a «recomendar» (lo bueno de los expertos es que sus conclusiones no son vinculantes) a los poderes que recorten unos 50.000 millones de euros (los expertos pueden hablar de miles de millones porque ellos no los van a sentir en sus cuentas), que apliquen copagos y tasas a la educación y la sanidad (¿van entendiendo por donde van?) y que apuesten por la devaluación fiscal. 
Las propuestas de los Expertos no gustan a diferentes sectores, incluido el Gobierno, que ve bien unas propuestas y ve mal otras. Por ejemplo, la de que la Seguridad Social hay que subvencionarla con otros dineros diferentes de las cuotas laborales. Pero el Gobierno también tiene sus expertos y todos vaticinan. Guindos, el ministro de los recortes, defiende la moderación salarial porque, según él, es un sistema de creación de empleo. Llevamos tres años «moderando» y aquí el desempleo sigue igual, el empleo creado es de usar y tirar, los salarios bajaron un 0,3 por ciento y no se ve por ninguna parte la creación de empleo (del empleo de ahora, con salarios indignos y condiciones de taller clandestino de Bangla Desh). Ni siquiera los expertos internacionales tienen un detalle de ánimo a nuestra economía; la CEOE augura (en contra de las opiniones expertas del Gobierno) que quedan otros dos años de pérdida del poder adquisitivo. 
Sin necesidad de entender mucho de Economía y sólo utilizando el sentido común, la primera impresión y la última conclusión (son la misma) es que el grupo de listos (también lo llaman –erróneamente– de «sabios», que son otra cosa: los sabios suelen estar callados y hablar cuando la situación lo requiere, nunca hablan por encargo) ha dejado claras dos cosas: que hay ricos y pobres y que la distancia que separa estas dos clases sociales cada vez es mayor, con la consecuencia añadida que la clase media se va posando a mayor velocidad en la clase inferior, porque el acceso a la superior está cada vez más restringida, por ley y por el sistema que escribe esa ley (aunque parezca que son los políticos que gobiernan quienes la hacen). Eso, por un lado, va dejando las cosas más claras, y, por otro, más fastidiadas (iba a decir jodidas, pero el decoro debido me lo impide) para los perjudicados (todos los que no somos expertos en nada o que, como Rodrigo Rato, subsisten con nuevos enchufes en la banca, después de pasar por varios campos de batalla económicos en el borde de la delincuencia). Va a ser difícil acostumbrarse a ser pobres. En tiempos de rapiña social el personal cualificado y devaluado se agarra a las ofertas de los poderes públicos y privados de precariedad, devaluación salarial y pérdida acelerada de derechos ciudadanos (los humanos están al caer). Decía hace unos días el director de cine Aki Kaurismaki que: «Esto no es capitalismo, es sadismo». Y eso que no había leído a los Expertos. Parafraseando al siniestro Goering: «Cada vez que escuchemos la palabra Experto debemos echar mano a la cartera».

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