jueves, 24 de febrero de 2011

I más De

Diario de Pontevedra. 23/02/2011 - J.A. Xesteira
Recibo una comunicación por la que se me informa que el organismo competente (uno, no vamos a pararnos ahora en detalles de competencias) de la Xunta, organiza unas jornadas de un proyecto de cooperativismo mediante la I+D+I. Y se me encienden como bombillitas, las mismas que en otros tiempos ilustraban los tebeos infantiles cuando a un inventor se le ocurría un descubrimiento, un “invento del TBO”. El I+D, la investigación y el desarrollo, son palabras que a menudo suelen utilizar los políticos, gentes habituadas a llenar la boca con cualquier cosa, aún sin saber si es indigesta o, incluso, tóxica; los políticos son como los niños pequeños, todo se lo llevan a la boca, y lo sueltan a cada momento, sin saber de que están hablando. Saben, eso si, que la mayor parte de las cosas que pronuncian no tienen respaldo económico suficiente para ser realidades, pero a ellos, generalmente, les da igual, son aves de paso, que quieren aprovechar ese paso para sí mismos. El nivel científico de los que transitoriamente ostentan el poder, es decir, la clase política con mando en plaza o en la oposición, suele ser bajo, y en muchos casos, evidentemente nulo; su nivel cultural suele ir parejo, y su barniz se limita, en el mejor de los casos, a haber acabado una licenciatura en cualquier cosa, y el resto consiste en alcanzar su grado máximo de escalada política según el principio de Peter. Aunque haya excepciones, nunca serán suficientes como para que el concepto de I+D no pase de ser una figura retórica en boca de la clase política en el poder o en la oposición. Al filo de las bombillitas, se me aparecieron en las noticias varias informaciones relativas a ese I+D del que tanto gustan hablar. Una: la investigación europea retrocede con relación a EE UU y Japón (investigación de capital privado) o la imparable China (investigación pública en su desarrollo y medieval en el trato al personal). Dos: Los científicos españoles denuncian la caída continua de sus fondos (han recortado los presupuestos en un 30 por ciento, mientras la Ley de la ciencia duerme desde hace un año pendiente de trámite parlamentario, aunque ya es una ley que no gusta a los científicos). Tres: Las patente europeas no se harán en español, sólo en inglés, francés y alemán). Que tienen que ver todas estas noticias entre si, nada; simplemente que se refieren de alguna manera a ese I+D de que tanto gustan hablar los políticos cuando tienen delante una cámara, pero que no pasa de esas ruedas de prensa. La investigación europea retrocede con respecto a EEUU y Japón, donde dedican a investigación alrededor de un 3 por ciento de su riqueza, teniendo en cuenta que sólo el 30 por ciento de la inversión en I+D es pública. En Europa, por el contrario, la media es del 2 por ciento, con un 45 por ciento de inversión pública. Pero claro, hablar de Europa es hablar de un conglomerado de disparidades. No es lo mismo hablar de Alemania, Francia o Dinamarca, que superan ampliamente la media europea, que España, que ocupa el lugar 18 de la Europa de los 27. Las universidades europeas machacan una y otra vez en la necesidad de invertir en conocimiento, no sólo como un bien que se deduce de la propia esencia y lógica de la investigación: se investiga para obtener unos resultados que beneficien a la comunidad, pero, también para obtener beneficios económicos a través de esos resultados, mediante aplicación a la industria y a través de patentes. Seguramente no acaba de entrarles en la cabeza el aspecto comercial de la investigación, ni a los políticos ni, seguramente, a los empresarios españoles en general, más atentos al chamarileo que al verdadero trabajo empresarial, de creador de futuro. Por lo tanto no es de extrañar que en Europa no se necesite el español para patentar inventos. Estamos hablando de un área, Europa, que registra, toda junta, menos patentes por millón de habitantes que Japón. Y en ese área, la lengua española es de segunda división. No vale el argumento de que es la lengua más hablada por países en el mundo, después del chino, que sólo lo hablan en su casa. No vale el argumento de que el alemán y el francés son lenguas minoritarias y en retroceso. En la Europa que sólo existe para mover dineros, vale el hecho de que España no pinta nada en patentes (como consecuencia de la debilidad investigadora) y sólo la empresa Phillips presenta, por año, más registros que toda España. Se trata de hablar distintos idiomas, uno, el idioma del dinero, y otro, el de las personas. El dinero habla en inglés (alemán y francés son con secuencias puramente locales, alemanes y franceses, cuando negocian, lo hacen en inglés) el español lo hablan 700 millones de personas que no patentan nada, y sus investigaciones las tienen que hacer en países como EEUU, que se nutre de investigadores baratos, inmigración temporal. Porque conviene recordar que la investigación de los españoles en universidades norteamericanas (por poner el ejemplo más clásico) es de temporeros, de jóvenes que se buscan la vida al estilo de sus bisabuelos emigrantes. La diferencia está en que la emigración actual es altamente cualificada, nuestros investigadores tienen nivel, se ha invertido en ellos mucho dinero público que, paradójicamente, cuando pueden devolver a la sociedad que los subvencionó y creyó en ellos, es cuando tienen que ir a investigar a las Quimbambas; se llevan la I+D, que tanto les gusta a los políticos, a otros países, donde dejan el valor añadido. La estupidez de la gestión pública, pese a los aislados intentos minoritarios no tiene cabida en un mundo en el que ya no se puede poner la disculpa de las instalaciones investigadoras, el nivel de conocimientos locales en un mundo globalmente compartido. La investigación es global, y las diferencias no se marcan en conceptos locales. Ya no vale el “¡Que inventen ellos!” de Unamuno, porque “ellos” somos nosotros, aunque tengamos que ir con nuestro I+D por esos mundos de dios. La realidad es dura, los científicos no tienen fondos, los nuevos científicos no tienen trabajo, pero en cada mitin político vuelven a pronunciar como de pasada que “ellos” (el partido que corresponda) sí van a invertir más en I+D.

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